Con la llegada del otoño llegan a muchos puntos de la Península Ibérica, procedentes del norte, este y centro de Europa, las grullas comunes, para pasar aquí la fría estación del invierno, y con ellas otro de los mayores espectáculos visuales y sonoros que durante estas gélidas fechas nos ofrece la naturaleza peninsular, siendo privilegiado testigo de ello el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel y Villarrubia de los Ojos del Guadiana. Porque anualmente invernan en este humedal manchego varios miles de grullas, ya que en sus aguas de muy poca profundidad encuentran la protección necesaria e ideal para pasar las largas y muy frías noches invernales, mientras que por el día buscan alimento por los parajes que envuelven los encharcamientos de este Parque Nacional. Ver a estas grandes, esbeltas y zancudas aves gregarias pastar por sus comederos diurnos o los varios desplazamientos diarios que hacen de uno a otro es ya un todo un espectáculo, pero el más grandioso espectáculo que ofrecen las grullas es su regreso cada atardecer a las zonas encharcadas de las Tablas de Daimiel y Villarrubia, ver llegar casi simultáneamente a decenas y decenas de grandes bandos de incluso varios centenares de ejemplares cada uno colocados de forma ordenada en forma de “flecha” o “v” para, finalmente, “romper filas” al llegar al dormidero, todo ello envuelto en el estruendoso ruido formado por tanta cantidad de individuos gritando al unísono. Las siguientes grabaciones sonoras dan fe de ello.