Una llanura perfecta y la más universalmente conocida

Ubicada en pleno corazón de la Península Ibérica, más concretamente ocupando buena parte de la Submeseta Sur, se4 trata de una de las zonas más singulares de la geografía española, a la vez que uno de sus territorios más universalmente conocidos, si no el que más. Sí que es la llanura más universalmente conocida al ser, gracias a Miguel de Cervantes, la cuna y el feudo de don Quijote de La Mancha.

Su singularidad viene porque es considerada, con sus entre 600 y 700 metros de altitud, como la llanura más extensa y más perfecta de la Península Ibérica, con una extensión de 30.000 kilómetros cuadrados, que se reparten entre las provincias castellano-manchegas de Toledo, Cuenca, Albacete y, sobre todo, el noreste y centro de Ciudad Real.

El nombre que recibe esta región geográfica, La Mancha, deriva de los árabes, que la bautizaron como “Manxa” o “Ma’ancha”, y que viene a significar bien “llanura elevada”, bien “tierra seca” ó “tierra sin agua”.

Juventud geológica y climatología muy contrastada y rigurosa

Formada a lo largo de los últimos 15-10 millones de años, el origen de esta basta y tan horizontal llanura viene de la sedimentación, durante las fases del Plioceno Superior de la Era Terciaria y el Pleistoceno Inferior del Cuaternario, de una  antigua y enorme cuenca lacustre que, tras su total colmatación y desecación, quedó con el aspecto con que todavía a día de hoy la vemos.

21Así, debido a su “juventud” geológica no ha sufrido ningún tipo de modificación sustancial, sólo alguna leve deformación a modo de suaves ondulaciones en algunas zonas debido a procesos de karstificación propios de las zonas calizas por colapsos del terreno asociados a la formación de dolinas y uvalas.

Esa sedimentación de finales del Terciario e inicios del Cuaternario origen de la Llanura Manchega fue fundamentalmente a partir de elementos y restos orgánicos de naturaleza calcárea procedentes de ese primigenio ambiente lacustre, de manera que el material geológico básico que conforma esta comarca geográfica lo representa la roca caliza, aunque también margas, yesos, arcillas, etc…

Y consecuencia de su localización geográfica, se ve afectada por una climatología extremadamente rigurosa, del tipo20 Mediterráneo Continentalizado, con escasas lluvias que generalmente no superan los 400mm anuales y un acusadísimo contraste térmico estacional. Así, si en invierno hay días que fácilmente las temperaturas bajan de 0º, en pleno verano en muchas ocasiones fácilmente se pueden rondar los 40º. Esta climatología tan particular condicionará decisivamente sus ecosistemas y la ocupación y actividades humanas.

De ancestral bosque mediterráneo a uno de los mayores viñedos del mundo

Primigeniamente, esta gran planicie estaba ocupada enteramente por el sustrato vegetal propio del Monte o Bosque Mediterráneo, de entre el que tendría especial protagonismo, en forma arbustiva o pseudoarbórea, la encina y otro tipo de especies vegetales asociadas a ella.

19Con el tiempo, la acción humana iría transformando ese original paisaje vegetal, sobre todo a partir del neolítico, terminando por transformarlo en un paisaje roturado y adehesado, en el que de nuevo la encina, ahora con un gran porte arbóreo, seguiría siendo la gran protagonista, que se alternaría ahora con pastos y cultivos cerealísticos, siendo éste el paisaje típico en los últimos siglos.

Finalmente, en el último siglo y medio esta región ha sufrido, en lo paisajístico, una segunda y definitiva gran transformación, al desaparecer el tradicional paisaje adehesado en favor de nuevos y modernos cultivos, en especial la vid, que ha conllevado la sistemática eliminación del anterior.

Así pues, el territorio manchego se ha erigido histórica y tradicionalmente, y así lo sigue siendo en la actualidad, como un espacio marcadamente agropecuario y rural. A los cultivos históricos y tradicionales y mayoritariamente cerealísticos se les añadió a partir de la segunda mitad del siglo XIX el de la vid.

Ésta, junto al olivo, ya tenía presencia histórica en la zona, aunque de manera muy escueta, pero a partir de esas18 fechas, con la coyuntura de la crisis de la filoxera en Francia y buena parte del resto de Europa, es implantada masivamente con éxito en La Mancha, hasta tal punto que actualmente es considerada como el que puede ser, en su conjunto, el mayor viñedo del mundo.

Pero más importante que la agricultura ha sido en los siglos anteriores la actividad ganadera, asociada a ese histórico paisaje de dehesa y pastos que ha ocupado este territorio desde el neolítico y ya prácticamente desaparecido.

Por ello, multitud de vías pecuarias recorren lo largo y ancho de este espacio, actuando para la trashumancia ganadera tanto como lugar de paso con el tránsito de algunas de las más importantes cañadas reales peninsulares que van de norte a sur y de este a oeste, como lugar de destino para los ganados invernantes venidos sobre todo de la Submeseta Norte, como los estivales llegados fundamentalmente del sur.

Herencia de ese esplendoroso pasado ganadero es una todavía muy importante actividad ganadera que tiene como producto estrella al famoso queso manchego de oveja, una de las más reconocidas señas de identidad de La Mancha.

Una estepa muy antropizada llena de vida

Pese a su elevada antropización, ocupada casi enteramente por cultivos, sobre todo cereales y, especialmente, viñedos, y a pesar de su acusada aridez, la Llanura Manchega alberga una enorme riqueza ecológica asociada a los medios y ecosistemas esteparios, pues en sí se erige como una enorme estepa cultivada, pero altamente naturalizada.

Dentro de la fauna silvestre que alberga es especialmente representativa entre la comunidad de mamíferos que acoge la presencia de la liebre, la pieza estrella, por otro lado, junto a la perdiz roja, de la intensa actividad cinegética que en este ámbito tiene lugar.

También habitan esta llanura el zorro, el tejón, la comadreja, el conejo, el erizo, la musaraña, el lagarto ocelado, las culebras de escalera y bastarda o los sapos comunes, corredores, parteros y de espuelas, además invertebrados como el alacrán y un importante repertorio de insectos.

Pero, sobre todo, esta llanura lo que alberga es un enorme tesoro ornitológico, en el que multitud de aves esteparias campan y crían a sus anchas, desde las grandes y pesadas avutardas, hasta los pequeños pajaritos esteparios, como cogujadas, alondras, trigueros y bisbitas.

También encuentran aquí su paraíso los sisones, las gangas y las ortegas, los alcaravanes, la codorniz y la perdiz roja, la garcilla bueyera, las avefrías, los chotacabras, los cernícalos común y primilla y el esmerejón, los aguiluchos cenizo y pálido, los ratoneros, los mochuelos y las lechuzas comunes y las elegantes grullas en época invernal, entre otras muchas.

Una árida llanura llena de oasis y envuelta por otros paraísos

A su vez, la Llanura Manchega, espacio geográfico tan generalizadamente uniforme y monótono, alberga en su interior, contra todo pronóstico y casi contra natura, un valiosísimo y variopinto conjunto de humedales conocido como “La Mancha Húmeda”.

Ésta se erige como todo un microcosmos de agua y  explosión de vida ligada a ella que contrasta radicalmente con ese otro medio envolvente tan estepario y seco y que en ocasiones da la sensación de ser totalmente inhóspito para la vida.

Pero no sólo eso. También se encuentra rodeada por otras comarcas geográficas igualmente de excepcional
singularidad e interés, proximidad que se traduce en un enriquecimiento mutuo que hacen de todo este espacio en su conjunto una región altamente rica y diversa en lo paisajístico y en lo que a biodiversidad se refiere.

Es el caso de los Montes de Toledo al norte y el oeste, una de las últimas grandes reservas mejor conservadas del Monte  o Bosque Mediterráneo a escala peninsular.

En el noreste la Serranía de Cuenca, donde nacen dos de los ríos más importantes que atraviesan la Llanura Manchega, como son el Záncara y el Gigüela.

17Al sureste la todavía muy naturalizada altiplanicie del Campo de Montiel, uno de los mayores sabinares del sur de Europa con sus originales Lagunas de Ruidera, formación hidrogeológica casi sin parangón a nivel mundial.

Los más de 300 volcanes del Campo de Calatrava, en pleno corazón de la provincia de Ciudad Real, que hacen de esta zona una de las más importantes en cuanto a vulcanología ibérica y europea se refiere.

O las primeras estribaciones de Sierra Morena, así como el Valle de Alcudia, ambas al sur.

Muy transitada a lo largo de la Historia y una peculiar ocupación del territorio

Históricamente, por su situación y características geográficas, la Llanura Manchega se ha erigido como un lugar de paso estratégico en las vías de comunicación que transitan del norte al sur y del oeste al este peninsulares. Así, es atravesada en todas las direcciones por un buen número de vías y ejes de comunicación principales a escala peninsular, como vías pecuarias, calzadas romanas, caminos reales y actualmente autovías y líneas férreas.

Por ello, de siempre ha sido también lugar de paso, tanto físico como cultural, tanto de forma directa como indirecta,16 para aquellas gentes, culturas y ejércitos que a lo largo de la Historia se han movido a lo largo y ancho de la Península Ibérica. Es el caso de los celtas, los íberos, los fenicios, los griegos, los cartagineses, los romanos, los visigodos, los musulmanes o los cristianos llegados del norte con la Reconquista, los cuales dejaron su impronta marcando parte de la actual cultura y carácter manchegos.

La ocupación humana del territorio en la Llanura Manchega es marcadamente rural, mostrándose tanto concentrada como dispersa. Su población se agrupa, por lo general, en medianos y grandes pueblos que, diseminados por toda ella y con una fisonomía muy característica y particular hasta hace sólo unos pocos lustros, se encuentran muy separados entre sí unos de otros al englobarse en grandes términos municipales, por los cuales se distribuyen las parcelas de labor desde los que acuden sus vecinos para trabajarlas.

Precisamente, la gran distancia entre los municipios de los que es originaria la población manchega y las tierras de12 labor en las que trabajan dio lugar durante siglos y décadas a ese otro tipo de ocupación del territorio, el disperso. La imposibilidad de en una misma jornada acudir al lugar de trabajo  y volver al municipio al cabo de la misma, obligó a las gentes del lugar a levantar refugios y viviendas en los que poder pernoctar de forma temporal mientras duraran los trabajos en sitios alejados de los pueblos.

De ahí la masiva presencia, sobre todo, de “bombos”, “quinterías”, “silos” y “chozos” por todo el campo manchego, viviendas y refugios solitarios y aislados unos de otros ya en casi total desuso y en estado de ruina debido a haber perdido en las últimas décadas su sentido original con los modernos medios de locomoción y transporte. Pese a ello, aun hoy día se erigen como uno de los elementos más representativos y pintorescos del paisaje y campo manchego.

Una atmósfera y un cielo llenos de espectáculos

Especial protagonismo y espectacularidad adquieren los elementos y fenómenos atmosféricos y del cielo, sobre todo 15los meteorológicos y astronómicos, al ser observados desde la Llanura Manchega. Debido a su acusada y, en apariencia, casi infinita horizontalidad, se origina un inmenso escenario todo él lleno de vacío y oquedad y que tiene un telón de fondo monopolizado por un horizonte, así como un cielo y una bóveda celeste, de una amplitud y dimensiones comparables a la de pocos sitios dentro Península Ibérica, que hace posible que aquí en esta zona se muestren y manifiesten con una privilegiada espectacularidad.

Es el caso tanto de los cielos claros y limpios, casi inabarcables a la vista y que, azulados, parecen un inmenso océano sobre el espectador, como de los cielos nubosos y seminubosos, con sus formaciones, en este segundo caso, a menudo tan pintorescas y caprichosas. También los mantos y cortinones de luz que se abren entre los cielos nubosos, y los cortinones de lluvia, estos segundos con decenas de kilómetros de altura. Lo mismo que la formación y evolución de las tormentas y sus descargas eléctricas y los gigantescos e íntegros arcos iris.

Igualmente el viento, este último muy frecuente al circular por un espacio tan ampliamente abierto y que, por ello,14 toma en muchas ocasiones una velocidad y una fuerza extraordinarias, de ahí el que se instalaran partir del siglo XVI, aprovechando pequeños promontorios residuales en la Llanura Manchega prolongación de las sierras paleozoicas de los Montes de Toledo, los famosos molinos de viento harineros mundialmente famosos con la obra de El Quijote.

También impresionan las impenetrables y laberínticas nieblas en invierno, y las envolventes y abrasantes calimas en verano. Así mismo, también en pleno verano sobrecoge, en las horas más centrales del día y de más calor, el efecto espejismo que, cuan si todo alrededor estuviera ardiendo, se va propagando por todos los horizontes allá donde se vaya dirigiendo la mirada. Sobre todo en esos días, tal es la omnipresencia del Sol, en lo más alto del cielo con su cegadora luz y la insufrible temperatura que de él se irradia, que más que en ningún otro momento resulta apropiada la afirmación que considera a la Llanura Manchega como el “Valle del Sol”.

Y por supuesto, también son todo un espectáculo visual los cielos estrellados, la larga estela dibujada por las solitarias estrellas fugaces y las lluvias de meteoros o la salida del Sol y la Luna y el ocaso de ambos.

Una llanura que ha dado mucho que escribir

En todo caso, para el espectador, el paisaje de La Mancha, de formas y trazos tan simples y tan interminablemente horizontales, puede parecer a priori algo intensísimamente monótono y aburrido, de nulo interés. Si a eso se le añade el riguroso clima que lo azota, o con mucho calor, si es verano, o con mucho frío, si es invierno, y con una constante sensación de sequedad y aridez de la que parece que huye a vida, vivir o estar de paso por ella puede llegar a convertirse en algo verdaderamente desesperante y angustioso.

Por ello, lejos de generar todo tipo de indiferencia, muy al contrario ha despertado el rechazo, y a la vez, dentro de éste, el asombro y la creatividad, de multitud de literatos y escritores, que, siguiendo muchos de ellos las huellas del Quijote por este territorio marcadas por Cervantes, han ido quedando, siglo tras siglo, década tras década, sobrecogidos y cautivados precisamente por esa insufrible e insuperable sensación de total simpleza y crudeza que en muchas ocasiones y muy a menudo se experimenta desde el interior de estos parajes.

Así por ejemplo, de este “mar petrificado y lleno de cielo” que era la Llanura Manchega para Unamuno, Azorín nos
22 habla de ella diciendo que “todo el campo es un llano infinito y uniforme, sin un altozano, sin la más suave ondulación”, lamentando que, en una época en la que ya ha dejado de prevalecer su ancestral paisaje adehesado, “no hay un árbol en toda ella, si una sombra”, lo que la hace a su juicio, sobre todo en verano, “monótonamente desesperante”.

Por su parte, Benito Pérez Galdós, ante las mismas circunstancias, nos la describe como “la más fea y menos pintoresca de todas las tierras conocidas”, en la que además “el viajero se aburre anhelando que se acabe pronto aquella desnuda estepa, que no ofrece a sus ojos accidente, ni sorpresa, ni variedad, ni recreo alguno”.

También, Galdós habla de ella como “una tierra sin caminos y sin direcciones, que sin embargo, toda ella es camino, pues por ella se va a todas partes, sin ir determinadamente a ninguna”. A lo que añadiría que “La Mancha, si alguna belleza tiene, es la belleza en su conjunto, su propia desnudez y monotonía, que, si no distraen ni suspenden la imaginación, la dejan libre, dándole espacio y luz donde se precipite sin tropiezo alguno”.

23Otros autores hablan de ella como “la tierra y el cielo en su representación más esencial”, en la que “puede realizarse en toda su plenitud el concepto de oquedad”, mostrándose por su en apariencia infinito horizonte como un “paisaje sin salida” y de una “insoportable monotonía sólo rota por los distintos colores de los cultivos”. Dotada además de una “naturaleza austera”, incluso se ha dicho que “recuerda y se asemeja a los paisajes esteparios africanos”.

Finalmente, nos quedamos con el más sobresaliente literato del terreno, Francisco García Pavón, que se refiere a ella como una “llanura absoluta” y tan monótona y uniforme que “se requiere mucho acomodo de los ojos para encontrar alguna anécdota paisajística” que rompa dicha sensación.

Para terminar, en otro momento la describe de la siguiente manera: “El mar tan lejos, el cielo tan alto, el suelo sin bordes y la tierra estéril, quemada en verano, congelada en invierno. Todo ello compone un escenario de mucha melancolía y desesperanza, de una belleza patética y purgatoria”.